martes, 1 de noviembre de 2011




Daniel como personaje histórico
No hay evidencias de su existencia, excepto por las menciones bíblicas. El pasaje de Ezequiel se considera relacionado más bien con Danel, un mítico héroe fenicio, que con el profeta judío. [29]
Numerosos comentaristas bíblicos sostienen que el propio libro de Daniel no pretende ser otra cosa que un relato popular (’aggadot) destinado a subrayar algunos temas importantes para la nación judía en los años previos a la persecución de Antíoco Epífanes.[30] El lenguaje del libro, las menciones erróneas a personajes de la época neobabilónica y la minuciosidad de las descripciones, pretendidamente proféticas, de Antíoco y sus rivales apoyan estas conclusiones que son aceptadas también por estudiosos católicos y evangélicos[31]
Esta postura implica que Daniel no fue el profeta mencionado sino un personaje folclórico y que el autor del libro (un visionario judío del Siglo II a. C.) lo escribió usando ese popular seudónimo y ambientando su historia en la época del Exilio babilónico.
Los estudiosos fundamentalistas, desechando estas especulaciones con argumentos ad hoc, aseguran que la vida de Daniel, un personaje real, transcurrió en lo esencial tal como lo describe el libro homónimo.

En el foso de los leones

A tenor de lo narrado por el libro de Daniel, el conquistador de Babilonia y sucesor de Belsasar, fue Darío, el medo, personaje desconocido por la historia y, probablemente, inexistente. Bajo el reinado de este soberano tiene lugar el complot de los sátrapas contra Daniel que derivó en su encierro en el pozo de los leones; esta intriga se valió de la religiosidad del protagonista pues, un edicto caprichoso sugerido al rey por aquellos prohibía cualquier petición, fuera a un dios o a un hombre excepto el soberano, durante treinta días. Daniel, como era su costumbre, oraba cada día y fue denunciado.
Arrojado al foso, el profeta no recibió daño alguno. A la mañana siguiente, cuando Darío comprobó el portento, ordenó liberar a Daniel y echar al foso a sus acusadores que perecieron devorados por las bestias. Un relato paralelo, que existe en las partes deuterocanónicas, atribuye la condena de Daniel al hecho de haber matado a cierto dragón sagrado que los babilonios adoraban y menciona que el profeta Habacuc fue llevado a Babilonia por un ángel, quien lo tomó por sus cabellos, para entregar su propia comida a Daniel.[17]
En esas mismas secciones se menciona la sucesión de Astiages, la entronización de Ciro II el Grande y el episodio por el cual Daniel revela el fraude de los sacerdotes de Bel que habían convencido al rey de que el dios comía las ofrendas, siendo que eran ellos quienes lo hacían.[




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