martes, 1 de noviembre de 2011



Libros proféticos: El Apocalipsis, de san Juan.
Estos libros fueron escritos en un espacio de 1.600 años: 1.500 años antes de Jesucristo y 100 años después de Jesucristo.
Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo, excepto los libros de la Sabiduría y el segundo libro de los Macabeos, que fueron escritos en griego.
Los del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, excepto el Evangelio de san Mateo, que fué escrito en hebreo o arameo.
La división de la Biblia en capítulos se debe al cardenal Esteban Langton, arzobispo de Cantorbery (+ 1228). La división en versículos se debe a Santos Pagini (1528), con algunas modificaciones introducidas más tarde. Esta división en capítulos y versículos no forma parte de la Biblia, y sólo sirve para indicar el lugar de una cita de las Sagradas Escrituras.

Inspiración.
Según la enseñanza de la Iglesia, todos los libros de la Biblia o canónicos han sido escritos por inspiración divina. Ahora bien, "la inspiración —dice el Papa León XIII en su encíclica Providentissimas— es un impulso sobrenatural por el cual el Espíritu Santo ha excitado y empujado a escribir a los escritores sagrados y les ha asistido mientras escribían, de suerte que concebían con exactitud, querían escribir con fidelidad y expresaban con verdad infalible todo V sólo aquello que el Espíritu Santo les ordenaba escribir." De otro modo, añade el mismo Papa, "el Espíritu Santo no seria el autor de la Sagrada Escritura".
Con ello se indica que Dios es el autor de la Biblia toda, el autor principal, y el hombre sólo autor secundario, un instrumento de la mano de Dios.
La inspiración no anula ni menoscaba la libre actividad ni el carácter del escritor, sino que se sirve de él para más elevados fines; no cambia tampoco su disposición natural, ni sus conocimientos adquiridos, ni siquiera remedia las imperfecciones y defectos de la persona o de sus facultades.
El individuo humano, tal cual es, se torna en instrumento libre del que Dios se sirve para escribir lo que tiene por conveniente para enseñanza, corrección, consuelo y aviso del hombre.
Por eso estos amanuenses del Espíritu Santo han dejado en los Libros Santos el sello de su personalidad, de su lengua, de la época y de la nación en que escribieron.
La inspiración se extiende a toda la Biblia y a todas sus partes; por lo cual no se la puede dividir en partes inspiradas y otras que no lo son, ya que el alcance de la revelación llega hasta los asuntos de carácter profundo, y no de una manera casual sino íntima e intencionada.
De esto se sigue la absoluta infalibilidad de la Biblia, no sólo en aquellos puntos que atañen a la salvación del género humano, sino también en los profanos. No se puede sostener que en los asuntos profanos la Biblia sólo contiene una verdad relativa. Por tanto la Biblia es absolutamente verdadera en todas sus partes.

Inerrancia.
 La Iglesia, a quien compete establecer la lista de los libros canónicos, ha afirmado siempre la inerrancia o ausencia de todo error en la Biblia, como consecuencia de la inspiración, y ha desechado todas las tentativas de restricción de la inspiración y, por consiguiente, de la inerrancia, por la razón de que Dios, autor principal de la Biblia, es infalible, y siendo la Verdad misma, lo que Él escribe o manda escribir no puede contener ningún error.

La lectura de la Biblia.
 Algunos enemigos de la Iglesia, como los protestantes, han querido hacer de la Biblia la única regla de fe, dejándola a la libre interpretación de cada uno.
Los católicos tenemos, además, otros medios seguros para conocer las verdades de la fe; en rigor podemos contentarnos con la enseñanza de la Iglesia.
También los protestantes han imputado a los católicos el haber menospreciado u olvidado la lectura de los Libros Santos. Pero esta imputación es falsa.
Es cierto que la Iglesia ha tomado ciertas precauciones para la lectura de la Biblia:
1° Prohíbe a los católicos las ediciones de la misma preparadas por críticos no católicos (las permite a los versados en los estudios bíblicos, capaces de discernimiento, con ciertas garantías);
2º No autoriza las traducciones en lengua vulgar sino mediante la adición de notas explicativas, tomadas de la tradición católica;
3° Exige que las publicaciones bíblicas lleven la autorización del obispo.
Pero, guardando estas prudentes precauciones, la Iglesia recomienda la lectura de la Biblia;
Hace de ella una ley para los sacerdotes y aconseja su lectura a los fieles que quieren conocer verdaderamente su religión;
Bendice las asociaciones piadosas que tienen por fin la difusión del Evangelio;
Ampara y alienta los estudios bíblicos y exhorta a todos los católicos a leer y meditar frecuentemente el Libro que Dios ha dado a los hombres para que en él aprendan la ciencia de la salvación.






 

1 comentario:

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